No “Intenten” Comprender — Sólo Perdonen

No “Intenten” Comprender — Sólo Perdonen, 20 de junio de 2016

“Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia. Reconózcanlo en todos tus caminos y Él guiará sus pasos.” Proverbios 3:5-6

Ya dejé de cuestionar el “por qué” y el “cómo” de las cosas que me sucedieron de niña. Sucedió y fue espantoso, pero tomé la decisión de no dejar que el miedo me paralizara. No tengo que saber el por qué — lo que necesito hacer es utilizar esa experiencia para comunicarme con otras que están viviendo o han vivido algo así — ser un ejemplo de fe que vence.

Eso no quiere decir que no haya sentido miedo paralizante; de hecho, sí lo he sentido. Fue horrible y creo que el miedo fue mucho peor que las circunstancias en sí. Hacía 2 años y medio, supe de algo que me alborotó los recuerdos. Recuerdos tan reales que pude oler, sentir y realmente percibir el sabor de mis abusadores. Sí, esa palabra abusadores es plural y no es un error. Ésta es la parte dónde les digo que aquí empieza mi testimonio: a la edad de 4 años y medio fui víctima de abuso sexual (cuando menos recuerdo 3 veces) por el esposo de una niñera. Me sucedió otra vez a los 13 años por el hombre con quien estaba casada mi tía en esos tiempos. Estos incidentes me llevaron a lo que llamemos abuso sexual auto-infligido durante muchos años. Con eso quiero decir que no valoraba ni a mi propio cuerpo, ni a mí misma, ni a mi pureza. En mi mente, ya no era pura — así que ¿por qué no ir de caza? Y así lo hice ¡por AÑOS! ¿Qué es lo que buscaba? Bueno, el amor, ¡claro está!  Razoné que el acto sexual equivalía al amor, así que fui de caza para encontrarlo. No me daba cuenta que estaba llenando una maleta de mentiras, decepciones y dolores de corazón. Y anduve con ese equipaje por muchos, muchos años (mínimo una década) y francamente, me había convencido de que era un orgullo.

Ahora que saben esa parte de mi historia, permítanme hablarles sobre el miedo y lo que les puede hacer. Cuando se me volvieron los recuerdos hace 2 años y medio, sentí que me estaba volviendo loca. Hiciera lo que hiciera, las escenas retrospectivas me golpeaban como una ola tras otra. No dormí por más de 4 días, no podía pensar con claridad, no podía dejar de llorar. Tenía miedo de cerrar mis ojos y miedo de mantenerlos cerrados, tenía miedo de estar sola, pero tampoco quería estar con nadie. Más aún, me metí a una clínica psiquiátrica para sentirme segura. ¡Estaba hecha un desbarajuste! Aún después de regresar a casa (estuve en la clínica por menos de 24 horas), todavía estaba hecha añicos.  Hice mucho examen de conciencia. No podía entender cómo algo que no me había venido a la mente hacía 10 años por lo menos ya podía regresar y consumir mi mente así. Leí libros, recé, leí la Biblia, lloré y estuve como en duelo. Y ESO era! Duelo: nunca lo había enfrentado debidamente. Estaba casada, con dos niñas y cuatro nietos y era una persona cristiana; así que según mi mente — todo estaba en el pasado. ¡EQUIVOCACIÓN!

Había seguido mi camino y ya no era esa niñita asustada ni esa joven asustada y con el alma cicatrizada que buscaba amor en los brazos de cualquier hombre que me volteara a ver. Después de todo, estaba casada desde hace unos 20 años. Pero vivía en un mundo de sueños, ya que de verdad todavía estaba asustada y llena de cicatrices. Nunca había llorado por la pérdida de mi inocencia. Había llorado por muchas cosas pero nunca específicamente por el abuso que había sufrido. También había seguido a culparme (a mi manera) por toda la situación. Así es, los que sufrimos abuso siempre encontramos la forma de absorber la culpa. Estoy consciente de que no tiene sentido culparme por lo que pasó cuando tenía 4 años y medio. Es un fenómeno que he observado en mucha gente que ha sobrevivido el abuso sexual — no encontramos sentido en algo que no tiene sentido, así que debemos tener la culpa. No comprendo cómo podemos racionalizar y llegar a esa conclusión, pero muchos lo hemos hecho. Ahora esto lo sé: ¡el diablo es un MENTIROSO! Nos ataca y hace todo lo posible para mantenernos oprimidos y alejados de Dios porque sabe que si nosotros los sobrevivientes corremos a Dios…¡le va a ir muy mal!

“El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida.” Juan 10:10 (RVRVC). Puede que haya robado mi inocencia, pero ¡NO PUEDE robarme la fe, ni matar mis creencias ni destruir mi vida! Y ESO es porque nos trabaja la mente para convencernos que NOSOTROS hicimos algún mal – que de alguna manera tenemos NOSOTROS la culpa. NO! No escuchen esa mentira, ni se la guarden el corazón. El Señor nos ama, a cada uno y a todos nosotros. Él llora por nuestro dolor y le duele la pérdida de nuestra  inocencia. Dios y SOLAMENTE Dios puede cambiar el giro y darnos “la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento…” (Filipenses 4:7a)  ¡Qué declaración tan impresionante para mi vida! Abracé a Dios con todo mi ser y me propuse a obtener esa paz y vida abundante que Él me había prometido. Profundicé en Su Palabra — iba a vencer esta situación de una vez por todas. Estaba destinada para una vida victoriosa ¡TENÍA QUE TENERLA! Después de acabar con el luto y haber sacado todo ese dolor de mi ser, el próximo paso era reconocer que “YO” no podía vencer este asunto. Lo tenía que entregar a Dios. Tenía que dejar que ÉL venciera mi enemigo. ”El Señor no libra con espada ni con lanza. ¡Del Señor es la batalla!” (1 Samuel 17:47b) Sólo necesitaba escucharle a Él, a prepararme para hacer lo que me indicara.

 ¿Y el paso final hacia la victoria? … El perdón. Así es – dije el perdón. Era difícil y no lo quería hacer. Imploré y supliqué, todo menos perdonarlos! ¿Cómo perdono a alguien tan depravado?¿Cómo sería posible “dejarlo así no más”? Aunque en ese momento habían pasado 41 y 32 años, ¿no sería eso, como quien dice, dejarlos ir sin castigo? Me tardé unas semanas en entender que no los estaba dejando sin castigo. En realidad, estaba liberándome a mí misma de la mentira que satanás había utilizado para mantenerme en cautiverio durante años. Fueron unas semanas bastante difíciles. No tenía que haber sido así. Podría haberme liberado inmediatamente si sólo hubiera hecho lo que el Señor me pidió en un principio.

La primera escritura que se me sugerió era Mateo 6:14-15, “Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también les perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre les perdonará sus ofensas.” ¡Espera! ¿Qué? ¿Eso quiere decir lo que pienso? Porque yo no he perdonado a esos hombres enfermos y depravados ¿podría perder eso yo también? ¡Ay, Señor, eso duele!  Me había estado martirizando con una mentira por tantos años y ahora comprendí la verdad. Ya me había liberado de la mentira de satanás, y ahora realmente me correspondía a mí dar el siguiente paso. Luché con esa escritura, tratando de entender “cómo” llegar a perdonar. Pasé muchas horas de rodillas. Después de un par de semanas, oí dentro de mi espíritu, “Me preparas un banquete a la vista de mis adversarios; derramas perfume sobre me cabeza y me colmas de bendiciones...” (Salmo 23: 5 RVC)

Y allí en ese momento  ¡lo hice! Les perdoné. Ya no tienen poder sobre mis pensamientos, mis sueños, mi corazón ni mi alma. Porque “Me infunde nuevas fuerzas y me guía por el camino correcto.” (Salmo 23: 3 RVC) Realmente estoy bendecida y le doy gracias a Dios cada día que me ha dado. Ya no soy ni víctima ni sobreviviente  ¡Soy un persona victoriosa!